BIENVENIDOS

Todos deseamos una vida de éxito. Para alcanzarla en este mundo tan complejo, es esencial que recibamos buenos consejos y que estemos dispuestos a obrar en armonía con ellos.

Muchos de los consejos que ofrecen los numerosos libros de autoayuda que circulan hoy día se centran en quienes ya están pasando por una crisis.

La Biblia, en cambio, no se limita a orientar a las personas que atraviesan momentos de angustia. Sus recomendaciones ayudan a evitar los errores que pudieran complicar innecesariamente la vida.

CONSEJOS BIBLICOS PARA TODOS

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miércoles, 18 de agosto de 2010

EL ESTRÉS: “ASESINO SILENCIOSO”

“El primer síntoma que noté fue una presión intensa cerca del esternón. El dolor se irradió a los hombros, el cuello y las mandíbulas, y luego bajó por los brazos. Era como si me hubiese caído un elefante encima del pecho. Apenas podía respirar. Me entraron sudores, retortijones y terribles náuseas. [...] Luego, cuando las enfermeras me ayudaron a acostarme en el hospital, recuerdo que dije atónito: ‘Me está dando un infarto’. Tenía 44 años.”

ASÍ describe el doctor Robert S. Eliot en su libro From Stress to Strength (Del estrés a la fortaleza) la ocasión en que estuvo al borde de la muerte hace más de veinte años. Poco antes, aquella misma mañana, había asistido a una conferencia en la que, irónicamente, había disertado sobre el infarto. De repente, el cardiólogo se halló en lo que llama “el lado equivocado de las sábanas en la unidad de cuidados coronarios”. ¿A qué atribuye el inesperado ataque? “Las reacciones físicas al estrés me estaban matando por dentro”, señala el doctor Eliot.

Como indica el caso del doctor Eliot, el estrés supone una grave amenaza para la vida. En Estados Unidos se ha relacionado con varias causas principales de muerte. Sus efectos se acumulan calladamente con el paso del tiempo y afloran sin previo aviso. Con razón se le ha llamado el “asesino silencioso”.

Por sorprendente que parezca, las personalidades del tipo A —impacientes, agresivas y competitivas— no son las únicas que están expuestas a las catástrofes vinculadas al estrés. También corren peligro quienes manifiestan serenidad, sobre todo si esta no es más que una endeble fachada, como una tapa débil en una olla de presión. El doctor Eliot opina que así ocurrió en su caso. Ahora da esta advertencia: “Uno pudiera caer muerto mañana sin haberse percatado de que lleva años con una bomba de tiempo en el corazón”.

Aunque la tensión nerviosa contribuye a que se produzcan infartos, la mayoría de las veces hay un grave deterioro de las arterias coronarias por la aterosclerosis. No es prudente, pues, restar importancia a los síntomas de una enfermedad coronaria, pensando tal vez que bastará con aminorar el estrés.

TRES CLASES DE ESTRÉS

Tal como hay varios grados de tensión, también existen diversos tipos.

El estrés agudo procede de las tensiones cotidianas, ocasionadas a menudo por situaciones desagradables que deben resolverse. Ya que son circunstancias ocasionales y temporales, este estrés normalmente puede afrontarse. Claro, hay quienes van de crisis en crisis; el caos parece ser parte de su carácter. Aun en este nivel es controlable el estrés. Ahora bien, el paciente tal vez rehúse cambiar a menos que comprenda las consecuencias que tiene su vida agitada en sí mismo y en quienes lo rodean.

A diferencia del estrés agudo, que es temporal, el crónico es duradero. El afectado no ve la forma de salir de la situación que lo agobia, sea la pobreza y sus lacras, un trabajo desagradable o el desempleo. El estrés crónico también lo ocasionan los problemas familiares persistentes, así como cuidar a un pariente enfermo. Prescindiendo de su origen, este tipo de tensión desgasta a la víctima día tras día, semana tras semana, mes tras mes. “Lo peor del estrés crónico —señala un libro sobre el tema— es que nos habituamos a él. [...] Reconocemos de inmediato el estrés agudo porque es nuevo, pero no prestamos atención al crónico por ser antiguo, familiar y, a veces, hasta cómodo.”

El estrés traumático lo causa una tragedia impactante, como una violación, un accidente o una catástrofe natural. Lo sufren muchos ex combatientes y sobrevivientes de campos de concentración. Los síntomas abarcan los vívidos recuerdos del desastre, que duran años, así como la sensibilización a sucesos menos importantes. A veces se diagnostica al paciente trastorno de estrés postraumático (TEPT) (véase el recuadro superior).

Hipersensibles al estrés

Hay expertos que afirman que el modo en que reaccionamos hoy al estrés depende, en gran medida, de la cantidad y el tipo de estrés que hayamos soportado antes. Dicen que los sucesos traumáticos alteran las “conexiones” químicas del cerebro del afectado, que será más sensible al estrés en el futuro. Por ejemplo, en un estudio realizado con 556 veteranos de la II Guerra Mundial, el doctor Lawrence Brass descubrió que el riesgo de padecer apoplejía era ocho veces mayor, aun cincuenta años después del trauma, si el ex combatiente había sido prisionero de guerra. “La tensión de ser [prisionero de guerra] fue tan grande que marcó las reacciones posteriores de estos individuos: los sensibilizó.”

Algunos entendidos afirman que, por sus graves consecuencias, no deben subestimarse los sucesos angustiantes de la infancia. “La mayoría de los niños traumatizados no van al médico —señala la doctora Jean King—. Sobrellevan el problema, siguen con su vida y, con los años, acaban en nuestras consultas, aquejados de depresión o cardiopatías.” Tomemos como ejemplo la terrible pérdida de un progenitor. “A edad temprana, una tensión tan intensa puede cambiar definitivamente la red de conexiones del cerebro —dice la doctora King—, dejando al huérfano con menos capacidad de afrontar el estrés normal de cada día.”

Por supuesto, la reacción del individuo ante la tensión depende de muchos factores, como su constitución física y los recursos de que disponga para encarar los sucesos estresantes. Pero causas aparte, es posible afrontar el estrés. Claro, no es fácil. La doctora Rachel Yehuda observa: “Recomendarle a quien está sensibilizado a la tensión que se relaje es como decirle al insomne que se duerma”. No obstante, cada uno puede hacer mucho para aminorar el estrés, ¿cómo? El siguiente artículo lo explica.

USTED PUEDE CONTROLAR EL ESTRÉS

“LA LUCHA por equilibrar los compromisos laborales, familiares y de otros tipos se ha recrudecido en los últimos años”, declara un libro reciente que habla de la familia. Así es, vivimos en una época de mucha tensión. Sin embargo, este hecho no sorprende a los estudiantes de la Biblia, pues esta predijo que nuestros tiempos serían “críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1-5).

Jesús, padre de tres hijos, afirma: “El estrés es algo normal, así que hay que aprender a controlarlo”. Claro, es más fácil decirlo que hacerlo, pero existen sugerencias y principios bíblicos que le serán muy útiles.

Cómo reducir el estrés laboral

¿Se siente usted sometido a tensión, quizá por las condiciones que soporta en su trabajo? Sufrir en silencio solo aumentará la presión. Como dice la Biblia en Proverbios 15:22, “resultan frustrados los planes donde no hay habla confidencial”.

Los especialistas en estrés laboral recomiendan “hablar con la gerencia: si esta no sabe que hay un problema, no podrá ayudar”. No es que usted deba dar rienda suelta a su ira y frustración. Eclesiastés 10:4 señala que “la calma misma templa grandes pecados”. Por tanto, no se acalore ni busque la confrontación. Quizá pueda convencer a su patrono de que cuanto menor sea el estrés, mayor será la productividad.

Lo mismo cabe decir de otros problemas laborales, como las tensiones y los conflictos entre compañeros. Busque maneras de resolver tales desavenencias, documentándose si es preciso. En esta revista se ha publicado un buen número de artículos útiles. Y si la situación no parece tener remedio, tal vez lo mejor sea pensar en cambiar de empleo.

Alivio de las presiones económicas

En la Biblia también hallará consejos para afrontar las presiones económicas. Jesucristo dio esta exhortación: “Dejen de inquietarse respecto a su alma en cuanto a qué comerán o qué beberán, o respecto a su cuerpo en cuanto a qué se pondrán” (Mateo 6:25). ¿Cómo es posible tal cosa? Cultivando confianza en que Jehová Dios satisfará sus necesidades básicas (Mateo 6:33). La promesa divina no es una afirmación vacía, pues alienta a millones de cristianos hoy día.

Claro está, también se requiere “sabiduría práctica” tocante al dinero (Proverbios 2:7; Eclesiastés 7:12). La Biblia nos recuerda: “Nada hemos traído al mundo, y tampoco podemos llevarnos cosa alguna. Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas” (1 Timoteo 6:7, 8). Una actitud realista y práctica es aprender a contentarse con menos. ¿Recuerda a Leandro, a quien un accidente confinó a una silla de ruedas? Él y su esposa tomaron medidas para arreglárselas con menos. Leandro explica: “Procuramos economizar. Por ejemplo, si una luz no se usa, la apagamos. En cuanto al automóvil, pensamos adónde vamos a ir y combinamos los mandados para ahorrar combustible”.

Los padres pueden enseñar a sus hijos la debida actitud. Carmen, hija de Leandro, confiesa: “Me inclino a comprar por impulso, pero mis padres me han ayudado a distinguir lo que es necesario y lo que no. Al principio me costó, pero he aprendido la diferencia entre caprichos y necesidades”.

La comunicación alivia el estrés

La familia debería ser un refugio contra el estrés, pero a menudo es uno de sus principales causantes. ¿La razón? El libro Survival Strategies for Couples (Estrategias de supervivencia para parejas) comenta: “Los cónyuges [...] cuyas relaciones son un tanto problemáticas o incluso hostiles dicen que la falta de comunicación es la causa más frecuente de discordias”.

La aplicación de los principios bíblicos mejora la comunicación conyugal. En efecto, la Palabra de Dios enseña que hay “tiempo de callar y tiempo de hablar” y que “una palabra a su tiempo apropiado, ¡oh, cuán buena es!” (Eclesiastés 3:1, 7; Proverbios 15:23). Con estas ideas presentes, no sacaremos a relucir temas que despierten las emociones cuando el otro está cansado o tenso. ¿No es mejor esperar al momento en que quizá esté más dispuesto a escuchar?

Es verdad que tras una dura jornada tal vez no resulte fácil ser apacible ni paciente. Pero ¿qué ocurrirá si nos dejamos dominar por las frustraciones y tratamos con aspereza a nuestro cónyuge? La Biblia nos recuerda que “la palabra que causa dolor hace subir la cólera” (Proverbios 15:1). Por el contrario, “los dichos agradables son un panal de miel, dulces al alma y una curación a los huesos” (Proverbios 16:24). Hace falta verdadera determinación para lograr que la comunicación de la pareja se mantenga libre de “toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa” (Efesios 4:31). No obstante, el esfuerzo vale la pena. Cuando hay buena comunicación, el matrimonio es fuente de consuelo y apoyo para ambos. “Con los que consultan juntos hay sabiduría”, dice Proverbios 13:10.

El reto de la comunicación entre padres e hijos

La comunicación con los hijos es todo un reto, en especial si se dispone de poco tiempo. La Biblia anima a los padres a hablar con ellos en toda oportunidad, como cuando ‘se sientan en la casa y andan por el camino’ (Deuteronomio 6:6-8). “Hay que buscar los momentos —apunta Leandro—. Cuando voy en el automóvil con mi hijo, aprovecho la ocasión para conversar con él.”

Es cierto que no a todos los padres les resulta sencillo comunicarse. Alejandra, madre de tres hijos, reconoce: “No sabía escuchar. La falta de comunicación me hacía sentir enojada y culpable”. ¿Qué puede hacer usted si le pasa algo parecido? Pues bien, empiece por aprender a ser “presto en cuanto a oír” (Santiago 1:19). “Escuchar atentamente es la medida más eficaz para reducir el estrés”, dice la doctora Bettie B. Youngs. Por tanto, fíjese en cómo escucha a sus hijos. Mírelos cuando le hablen. En vez de restar importancia a los problemas que atraviesan, anímelos a decir lo que sienten y hágales preguntas oportunas. No se contenga de expresarles su amor y su confianza en que harán lo que está bien (2 Tesalonicenses 3:4). Ore con ellos.

El diálogo constructivo exige esfuerzo, pero reduce las tensiones en la familia, ya que permite discernir si los hijos padecen estrés y, una vez que se comprenden sus sentimientos y circunstancias, se les puede orientar mejor. Por último, si a un joven se le anima a desahogar sus tensiones hablando, será menos probable que las desahogue comportándose mal.

Tareas del hogar: la cooperación es la clave

Las tareas del hogar pueden convertirse en otra causa de estrés cuando ambos cónyuges trabajan fuera. Algunas madres en dicha situación han optado por simplificarlas. Quizá concluyan que no es práctico servir platos complicados. Recordemos el consejo de Jesús a una mujer que estaba preparando una comida de este tipo: “Son pocas, sin embargo, las cosas que se necesitan, o solo una” (Lucas 10:42). Por consiguiente, simplificar es la clave. Por ejemplo, el libro The Single-Parent Family (La familia monoparental) sugiere: “A fin de tener menos que limpiar, haga guisos y otras comidas que se cocinen en un solo recipiente”. Como vemos, simplificar los quehaceres domésticos reduce el estrés.

Aun así, quizás quede mucho por hacer en la casa. Una madre que trabaja fuera del hogar reconoce: “De joven podía con todo, pero con el paso de los años se me va haciendo cuesta arriba. La vida ajetreada que he llevado me está pasando factura. Por eso, el que la familia entera sea considerada y colabore evita que me abrume”. En efecto, con la cooperación de todos, las faenas se llevan a cabo sin sobrecargar a nadie. Un libro dirigido a los padres señala: “Asignar tareas domésticas a los hijos es una de las mejores maneras de infundirles [...] un sentido de valía personal. Los quehaceres habituales establecen buenos hábitos y actitudes hacia el trabajo”. Además, las labores de la casa brindan la oportunidad de pasar tiempo con los hijos.

Una joven llamada Julieta comenta: “A mi madre se le alegra el semblante cuando le quito parte de la carga. Eso me gusta, me hace sentir responsable y me ayuda a valorar mi hogar. Aprender estas tareas me ha preparado bien para el futuro”. De igual modo, Mary Carmen comenta: “Tuvimos la gran ventaja de que mis padres nos enseñaran desde pequeños a valernos por nosotros mismos”.

Modos saludables de enfrentarse al estrés

El estrés forma parte de la vida moderna; no hay manera de evitarlo. Sin embargo, sí es posible controlarlo (véase el recuadro de la pág. 10). Para ello, son muy útiles los principios bíblicos. Por ejemplo, si alguna situación lo abruma, recuerde que “existe un amigo más apegado que un hermano” (Proverbios 18:24). Hable de los problemas con un amigo maduro o con su cónyuge. “No se los guarde dentro —aconseja el sociólogo Ronald L. Pitzer—. Confíe sus sentimientos y desvelos a alguien capaz de comprenderlos y de interesarse por usted.”

La Biblia también nos anima a “trata[r] recompensadoramente [nuestra] propia alma” (Proverbios 11:17). En otras palabras, no hay nada malo en satisfacer las necesidades de uno. La Biblia declara: “Mejor es un puñado de descanso que un puñado doble de duro trabajo y esforzarse tras el viento” (Eclesiastés 4:6). Dedicar algo de tiempo para usted puede obrar maravillas, aunque solo sean unos pocos minutos por la mañana temprano para saborear una taza de café, leer, orar o meditar con calma.

Asimismo, el ejercicio moderado y una dieta sana son muy convenientes. Otro libro sobre la labor de los padres contiene esta observación: “Cuando invierte parte de su valioso tiempo y energías en usted mismo, está haciendo, a fin de cuentas, un ingreso en su cuenta personal de recursos. [...] Si siempre está dando, cerciórese de que también haya entradas, o correrá el riesgo de quedarse emocionalmente insolvente o hasta en bancarrota”.

Por otra parte, la Biblia nos enseña a cultivar cualidades necesarias para controlar el estrés, como la apacibilidad, la paciencia y la bondad (Gálatas 5:22, 23; 1 Timoteo 6:11). Más aún, nos da una esperanza: la promesa de un nuevo mundo en el que se eliminarán todas las causas del sufrimiento humano (Revelación [Apocalipsis] 21:1-4). Es provechoso, pues, adquirir la costumbre de leer la Palabra de Dios a diario. Si desea que lo ayuden a empezar, los testigos de Jehová estarán encantados de hacerlo de forma totalmente gratuita.

No es que los cristianos estén libres por completo del estrés, pero, como indicó Jesús, sí pueden evitar sentirse “cargados debido a [...] las inquietudes de la vida” (Lucas 21:34, 35). Además, Jehová Dios será un verdadero refugio para usted si se hace su amigo (Salmo 62:8). Él lo ayudará a controlar las tensiones de la vida.



CÓMO REDUCIR EL ESTRÉS


▪ Descanse lo suficiente todos los días


▪ Lleve una dieta sana. No coma en exceso


▪ Practique ejercicios adecuados, como andar a paso ligero


▪ Hable de sus preocupaciones con algún amigo


▪ Pase más tiempo con su familia


▪ Delegue las tareas del hogar o compártalas


▪ Conozca sus limitaciones físicas y emocionales


▪ Fíjese metas alcanzables; no sea perfeccionista


▪ Sea organizado; siga un horario razonable y equilibrado


▪ Cultive cualidades cristianas como la apacibilidad y la paciencia


▪ Dedíquese algo de tiempo

martes, 17 de agosto de 2010

¿Cuál es la solución a la obesidad?

Especialistas en sobrepeso y obesidad concuerdan en que ciertas dietas que eliminan los carbohidratos y aumentan la ingesta de proteínas (carnes) ayudan a perder peso, pero reconocen que a la larga pueden tener efectos secundarios. Dicho dictamen también lo recoge el informe médico “Cómo mantener un peso saludable”, el cual dice: “Las dietas bajas en carbohidratos son peligrosas, sobre todo las que carecen de supervisión médica. Se han preparado para estimular una desaconsejable concentración de cuerpos cetónicos (producto de la metabolización de las grasas) y lograr así una rápida pérdida de peso”. Consulte a su médico en caso de querer iniciar este tipo de dieta.

Si se ha propuesto adelgazar, no se desespere. “No es imposible. Además, no tiene por qué pasar hambre ni ser esclavo de una dieta repetitiva y aburrida”, dice el doctor Walter C. Willett. “Con voluntad y creatividad, una alimentación variada y equilibrada, y ejercicio casi a diario, la mayoría de nosotros podemos controlar el peso durante mucho tiempo. El esfuerzo merece la pena, pues el premio es vivir más y mejor.”

La importancia del ejercicio

El doctor Willett asevera: “Aparte de no fumar, hacer ejercicio es la mejor forma de conservar la salud y prevenir las enfermedades crónicas”. ¿Con qué frecuencia deberíamos practicar deporte? ¿Y qué beneficios entraña?

Según algunos entendidos, las sesiones diarias de ejercicio, aunque sean de treinta minutos, dan muy buenos resultados. Pero incluso con tres sesiones semanales también puede evitarse la aparición futura de graves complicaciones de salud. La actividad física quema calorías, de modo que todo aquel que quiera adelgazar debe preguntarse si ingiere más calorías al día de las que quema. Si la respuesta es positiva, lo que conseguirá es engordar. Por eso, en lugar de ir siempre en automóvil, camine o use la bicicleta. No tome el ascensor, suba por las escaleras. ¡Haga ejercicio! ¡Queme calorías!

El doctor Willett explica: “Para mucha gente, caminar es la mejor alternativa a otras formas de ejercicio físico, pues no requiere ningún equipamiento especial y puede hacerse a toda hora y en todo lugar, además de que suele ser bastante seguro”. Este médico —que se está refiriendo, por supuesto, a las caminatas a paso ligero y no a un simple paseo— recomienda treinta minutos de actividad física diaria, si es posible.

¿Es la cirugía la mejor solución?

Con la idea de perder peso de forma definitiva, algunos pacientes extremadamente obesos se han sometido a procedimientos quirúrgicos recomendados por especialistas en Bariatría (obesidad). ¿Para quiénes están indicadas dichas intervenciones? Los autores del libro Mayo Clinic on Healthy Weight señalan: “Si su índice de masa corporal es mayor de 40, lo que revela obesidad mórbida, su médico tal vez le recomiende pasar por el quirófano” (véase la tabla de la pág. 5). El informe Mayo Clinic Health Letter señala: “Los tratamientos quirúrgicos suelen estar pensados para pacientes de 18 a 65 años con un índice de masa corporal superior a 40 y cuya vida corra grave peligro.

¿Qué técnicas hay disponibles? Entre otras figuran la derivación del intestino delgado, la partición gástrica, la gastroplastia y la derivación gástrica. Esta última consiste en grapar la parte superior del estómago a fin de crear un pequeño reservorio en el que solo quepan unos 15 gramos de comida. A continuación se extirpa un tramo del intestino delgado y se deriva hacia el estómago reducido, de modo que el duodeno y la mayor parte del estómago queden fuera del circuito digestivo.

lunes, 16 de agosto de 2010

ALGUNAS SUGERENCIAS PARA ADELGAZAR

  1. Tenga presentes las calorías que consume. Por ejemplo, muchas bebidas son hipercalóricas, sobre todo las que contienen alcohol y los jugos azucarados. No se deje entrampar con los refrescos que aparecen constantemente en los anuncios. Si mira la etiqueta, tal vez le sorprenda su alto valor calórico.
  2. Evite las tentaciones. Si tiene a mano papas fritas, bombones o galletas, seguro que acabará sucumbiendo. Sustitúyalos por refrigerios bajos en calorías, como manzanas, zanahorias y galletas integrales.
  3. Coma algo antes del almuerzo y de la cena. Reducirá su apetito y tal vez le ayude a no comer tanto.
  4. No acepte todo lo que le ofrezcan. Sea selectivo y rechace lo que contenga demasiadas calorías.
  5. Tómese su tiempo y disfrute de la comida. Fíjese en los colores, los sabores y la combinación de los alimentos. Haga caso a su estómago cuando le diga: “Estoy lleno, ya es suficiente”.
  6. Pare antes de sentirse satisfecho.
  7. Los restaurantes de algunos países son famosos por sus abundantes raciones. Coma solo la mitad del plato principal o compártalo con alguien.
  8. No es imprescindible terminar con un postre dulce. Es mejor elegir una fruta u otro alimento con menos calorías.
  9. La industria alimentaria quiere que usted coma más. Su objetivo es ganar dinero, así que tratarán de aprovecharse de sus debilidades. No se deje engañar por los anuncios seductores y las imágenes bonitas. Usted puede decir que no.


¿TENDRÉ ALGÚN TRASTORNO ALIMENTARIO?

“A veces, cuando me siento a comer, me pongo nerviosa y empiezo a temblar. Me da miedo engordar. ‘Tengo que perder otros dos kilos’, me digo a mí misma.” Mercedes.

“Quiero ser atractiva, y me aterra engordar. Pero trato de que nadie se entere de que después de comer vomito; me da vergüenza.”—Ana.

“Siempre me repito: ‘[...] Hoy me portaré mejor [...]’. Pero llega un momento del día en que, sin poder evitarlo, me doy un atracón. Entonces me siento culpable y quisiera morirme.”—Sonia.

QUIERES verte bien, y es normal. Quieres hacer algo que te calme la ansiedad o que te anime cuando te sientes deprimida, y eso tampoco tiene nada de malo. Pero si te identificas con las jóvenes citadas aquí, quizás tengas un problema, quizás estés sufriendo algún trastorno alimentario. Este tipo de trastornos afecta a millones de jóvenes, sobre todo chicas.

Examinemos tres de esos trastornos: la anorexia, la bulimia y los atracones de comida. Cada trastorno tiene sus propios síntomas, pero en todos los casos se observa algo en común: una actitud anormal hacia la comida. Si te ves reflejada en alguna de las descripciones que aparecen a continuación, no temas, dispones de ayuda. ¡Puedes superarlo!

Información general

ANOREXIA. Por delgada que esté una joven anoréxica, cuando se mira al espejo se ve obesa. En su afán por perder peso recurre a medidas extremas. Una chica confiesa: “Llegué a estar obsesionada con las calorías. Planeaba con detenimiento lo que iba a comer durante la semana y, cuando pensaba que había ingerido demasiadas calorías, me saltaba comidas y me excedía haciendo ejercicio. Tomaba hasta seis laxantes diarios”.

Los síntomas no tardan en aparecer. El más común es la pérdida de peso, pero también puede producirse caída del cabello, sequedad de la piel, fatiga y pérdida de densidad ósea. La menstruación se hace irregular o hasta cesa por varios meses consecutivos.

Aunque estos síntomas pudieran parecer inofensivos, no nos engañemos: la anorexia es potencialmente mortal. Un trabajo de investigación descubrió que, con el tiempo, hasta el 10% de los enfermos mueren a causa del trastorno, por lo general como resultado de la insuficiencia —mal funcionamiento— de algún órgano u otros problemas relacionados con la malnutrición.

BULIMIA. La joven bulímica, en lugar de no comer, se atraca de comida, llegando a ingerir hasta 15.000 calorías en tan solo dos horas. Luego recurre a la purga: se provoca el vómito o usa laxantes o diuréticos.

Los bulímicos suelen darse los atracones a escondidas. Una muchacha reconoce: “Muchas veces, si al llegar de la escuela no había nadie en casa, me daba un atracón [...]. Siempre me aseguraba de no dejar nada a la vista que me delatara”. Después le venía el sentimiento de culpa: “Me sentía despreciable, pero sabía que podía compensar fácilmente lo que había hecho. Iba al baño, vomitaba y, además de tranquila, me sentía otra vez dueña de mí misma”.

Pese a cualquier aparente beneficio, la conducta purgativa es peligrosa. El abuso de laxantes debilita el revestimiento interior del intestino y puede ocasionar inflamación o infección. Los vómitos frecuentes pueden provocar deshidratación, caries dental, daños en el esófago y hasta insuficiencia cardíaca.

ATRACONES DE COMIDA. La persona que se da atracones se asemeja a la bulímica en su consumo exagerado de alimento, pero a diferencia de esta, no se purga, con lo que suele tener sobrepeso. No obstante, hay quien después del atracón ayuna o hace ejercicio intenso. A veces, cuando la persona logra mantener el peso con estas medidas, los familiares y amigos no se dan cuenta de que padece un trastorno alimentario.

Al igual que en el caso de los anoréxicos y los bulímicos, estos enfermos tienen una actitud malsana hacia la comida. Una chica dice de sí misma y de otras comedoras compulsivas: “La comida es nuestra amiga íntima, secreta..., tal vez nuestra única amiga”. Otra explica: “Durante el atracón, parece que todo lo demás no importa. Lo que cuenta es la comida: te hace sentir bien. Pero después te sientes culpable y deprimida”.

Aunque no se recurra al vómito ni a los laxantes, los atracones siguen siendo peligrosos. Pueden provocar diabetes, hipertensión y enfermedades del corazón y de otro tipo. También pueden producir graves daños emocionales.

¿Podría sucederte a ti?

Hay que reconocer que la mayoría de las personas que quieren perder peso o estar en forma no padecen un trastorno alimentario. No obstante, en vista de lo que estás leyendo, tal vez te preguntes si vas por ese camino. Para averiguarlo, hazte el siguiente autoexamen:

▪ ¿Me siento avergonzada o abochornada de mis hábitos o mis rarezas con la comida?

▪ ¿Oculto mis hábitos alimentarios?

▪ ¿Se ha convertido la comida en lo más importante de mi vida?

▪ ¿Me peso más de una vez al día?

▪ ¿Estoy dispuesta a correr riesgos con tal de perder peso?

▪ ¿He recurrido alguna vez a provocarme el vómito o al uso de laxantes o diuréticos?

▪ ¿Se ha visto afectada mi vida social por culpa de mis hábitos alimentarios? Por ejemplo, ¿prefiero estar sola para poder atracarme o purgarme en secreto?

Si después de este autoexamen te das cuenta de que tienes un problema, pregúntate:

▪ ¿Soy realmente feliz viviendo de esta manera?

¿Hay algo que puedas hacer al respecto?

¡Actúa ya!

El primer paso es reconocer que tienes un problema. Débora comenta: “Cuando lo analicé, me di cuenta de que mis sentimientos y mis hábitos eran iguales a los de las chicas anoréxicas. Fue terrible enfrentarme al hecho de que hacía las mismas cosas que ellas”.

Luego, ora a Jehová Dios sobre tu problema. Ruégale que te ayude a ver la causa del trastorno para que puedas superarlo. Órale como hizo David: “Escudríñame completamente, oh Dios, y conoce mi corazón. Examíname, y conoce mis pensamientos inquietantes, y ve si hay en mí algún camino doloroso, y guíame en el camino de tiempo indefinido” (Salmo 139:23, 24).

Ahora bien, tal vez no quieras recuperarte. Puede que hayas desarrollado cierta dependencia, una especie de adicción. Este es otro asunto sobre el cual orar a Jehová. Débora tuvo que hacerlo. “Al principio no quería recuperarme —admite—. Así que tuve que pedir a Jehová que me ayudara a cultivar el deseo de mejorar.”

El tercer paso es hablar con tus padres o si eres adulto con algún amigo de confianza que pueda ayudarte. Las personas que te quieren no te avergonzarán. Al contrario, tratarán de imitar a Jehová, de quien la Biblia dice: “Él ni ha despreciado ni mirado con asco la aflicción del afligido; y no ha ocultado de él su rostro, y cuando este clamó a él por ayuda, oyó” (Salmo 22:24).

Claro está, la recuperación no es fácil. En algunos casos hace falta ayuda profesional. Pero hay que actuar. Una muchacha bulímica que decidió hacerlo explica: “Un día me di cuenta de que los vómitos me estaban controlando. Pero no estaba segura de poder dejar de provocármelos. Finalmente di el paso más difícil que jamás había tenido que dar: pedí ayuda”.

¡Tú también puedes hacerlo!

domingo, 15 de agosto de 2010

¿CÓMO SÉ QUE ES AMOR VERDADERO?

PARA los soñadores románticos el amor es una sensación misteriosa que se apodera de uno, un éxtasis que solo se experimenta una vez en la vida. Creen que el amor es asunto del corazón únicamente, algo que no se puede comprender, sino solo experimentar. El amor vence todos los obstáculos, y es eterno...

Esas son las descripciones comunes del amor romántico. Y sin duda el enamorarse puede ser una experiencia singularmente hermosa. Pero ¿qué es, precisamente, el amor verdadero?

¿Amor a primera vista?

David conoció a Janet en una fiesta. Se prendó enseguida de su hermosa figura y del efecto del cabello al caerle sobre el ojo cuando reía. Janet quedó fascinada con los ojos castaño oscuro y con la amena conversación de David. ¡Parecía un caso de amor a primera vista!

Por las siguientes tres semanas David y Janet fueron inseparables. Entonces, cierta noche Janet recibió una llamada telefónica de un joven que había sido novio de ella, y quedó muy deprimida. Por eso, llamó a David en busca de consuelo. Pero David vio en aquello una amenaza y, confundido, respondió con frialdad. El amor que los dos creían que duraría para siempre murió aquella misma noche.

Las películas, los libros y los programas de televisión pudieran hacerte creer que el amor a primera vista dura para siempre. Hay que reconocer que por lo general el atractivo físico es lo que al principio crea un interés mutuo entre dos personas. Como dijo cierto joven: “No es fácil ‘ver’ la personalidad de nadie”. Pero ¿de qué se “enamora” uno cuando solo ha conocido a alguna persona por unas cuantas horas o unos días? ¿No es de la imagen que proyecta? En realidad, uno no sabe mucho de los pensamientos, las esperanzas, los temores, los planes, los hábitos, las aptitudes o habilidades de esa persona. Solo conoce el exterior, no a “la persona secreta del corazón”. (1 Pedro 3:4.) ¿Cuánto puede durar un amor como ese?

Las apariencias engañan

Además, las apariencias pueden engañar. La Biblia dice: “El encanto puede ser falso, y la belleza puede ser vana”. La hermosa envoltura de un regalo no le indica a uno lo que hay dentro. De hecho, la envoltura más elegante pudiera cubrir un regalo inútil. (Proverbios 31:30.)

Un proverbio dice: “Como nariguera de oro en el hocico de un cerdo, así es la mujer que es bella, pero que está apartándose de la sensatez”. (Proverbios 11:22.) Las narigueras eran adornos populares en los tiempos bíblicos. Eran obra exquisita, por lo general de oro macizo. Naturalmente, un adorno como ese sería la primera alhaja que uno notaría en una mujer.

Apropiadamente, el proverbio compara con una “nariguera de oro en el hocico de un cerdo” a la mujer de hermosa apariencia que carece de “sensatez”. La belleza sencillamente no cuadra con una mujer insensata; en su caso resulta un adorno inútil. A la larga, ¡no la hará más atractiva de lo que una bella nariguera hermosea a un cerdo! Entonces, ¡qué error sería ‘enamorarse’ de la apariencia de alguien y pasar por alto lo que la persona en verdad es interiormente!

“Nada hay tan engañoso”

Sin embargo, algunos piensan que el corazón es infalible cuando emite juicios sobre lo romántico. ‘Haz caso a tu corazón’, es lo que dicen. ‘¡Cuando sea amor verdadero, lo sabrás!’ Desgraciadamente, los hechos contradicen esa teoría. En una encuesta, 1.079 jóvenes (entre las edades de 18 y 24 años) informaron haber tenido hasta entonces un promedio de siete relaciones amorosas. La mayoría admitió que sus experiencias románticas anteriores habían sido simple encaprichamiento, apasionamiento, una emoción pasajera. ¡Pero esos mismos jóvenes “invariablemente dijeron que su experiencia del momento era amor”! Con todo, algún día en el futuro la mayoría considerará sus relaciones actuales como consideró las del pasado: un simple encaprichamiento.

Lo trágico es que cada año miles de parejas se casan con la ilusión de que están ‘enamorados’, solo para descubrir, poco después, que han cometido un error. El encaprichamiento “engaña a hombres y mujeres y los lleva a formar matrimonios desdichados; parecen ovejas que van al degüello”, dice Ray Short en su libro Sex, Love, or Infatuation (Atracción sexual, amor o capricho).

“El que confía en su propio corazón es estúpido.” (Proverbios 28:26.) Con demasiada frecuencia sucede que el juicio que emite nuestro corazón es erróneo o nos lleva por mal camino. De hecho, la Biblia dice: “Nada hay tan engañoso [...] como el corazón”. (Jeremías 17:9, La Biblia al Día.) Sin embargo, el proverbio antes mencionado pasa a decir: “Pero el que anda con sabiduría es el que escapará”. Tú también puedes evitar los peligros y las frustraciones que les han sobrevenido a otros jóvenes si aprendes a reconocer la diferencia entre un encaprichamiento y el amor que se describe en la Biblia... el amor que nunca falla.

Contraste entre el amor y el encaprichamiento

Calvin, un joven de 24 años, reconoce lo siguiente: “El encaprichamiento es ciego y eso es lo que prefiere ser. No percibe la realidad”. Una joven de 16 años llamada Kenya añadió: “Cuando una se encapricha con alguien, cree que todo lo que esa persona hace es perfecto”.

El encaprichamiento es un amor falso. Es irreal y egoísta. Las personas que se hallan en esa condición tienden a decir: ‘Me siento realmente importante cuando estoy con él. No puedo dormir. No puedo creer lo fantástico que es todo esto’, o: ‘Nadie me hace sentir lo que siento cuando estoy con ella’. ¿Notaste lo mucho que la persona habla de sí misma y de lo que la complace? ¡Una relación que se basa en el egoísmo va encaminada al fracaso! Pero nota la descripción que la Biblia da del amor verdadero: “El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta del daño”. (1 Corintios 13:4, 5.)

Puesto que “no busca sus propios intereses”, el amor basado en los principios bíblicos no es egocéntrico ni egoísta. Es cierto que dos jóvenes quizás tengan sentimientos románticos muy intensos y se sientan atraídos mutuamente. Pero la razón y un profundo respeto a la otra persona ayudarán a equilibrar esos sentimientos. Si lo que sientes es amor verdadero, entonces te interesas en el bien y la felicidad de la otra persona al mismo grado que te interesas en tu propio bien y felicidad. No permites que emociones arrolladoras destruyan tu buen juicio.

Un ejemplo de amor verdadero

El relato bíblico de Jacob y Raquel ilustra claramente esto. Ellos se conocieron en un pozo al que Raquel acudió para abrevar las ovejas de su padre. Jacob se sintió atraído a ella inmediatamente, no solo porque fuera “de hermosa figura y de hermoso semblante”, sino porque también adoraba a Jehová. (Génesis 29:1-12, 17.)

Después de pasar un mes en la casa de la familia de Raquel, Jacob dijo que estaba enamorado de Raquel y que quería casarse con ella. ¿Fue eso un simple encaprichamiento romántico? ¡De ninguna manera! Durante aquel mes él vio a Raquel en su ambiente natural y notó cómo trataba a sus padres y a otras personas, cómo efectuaba su trabajo de pastora, y lo serio que tomaba la adoración de Jehová. Sin duda pudo verla en sus “mejores momentos” y en sus “peores momentos”. Por lo tanto, el amor que sentía por ella no fue desenfrenado, sino un amor desinteresado basado en la razón y en respeto profundo.

Por eso Jacob pudo decir que estaba dispuesto a trabajar siete años para el padre de Raquel a fin de casarse con ella. ¡De seguro el encaprichamiento no habría durado tanto tiempo! Solo el amor genuino, un interés altruista en la otra persona, habría hecho que aquellos años parecieran “como unos cuantos días”. Debido a aquel amor genuino, él y Raquel pudieron mantenerse castos, puros, durante aquel período. (Génesis 29:20, 21.)

¡Requiere tiempo!

El paso del tiempo no tiene mal efecto en el amor verdadero. De hecho, la mejor manera de poner a prueba lo que sientes por otra persona es dejar que pase algún tiempo. Además, como mencionó una joven llamada Sandra: “Nadie te entrega su personalidad con solo decir: ‘Yo soy así. Ahora sabes todo lo que se puede saber sobre mí’”. No; también se requiere tiempo para llegar a conocer a la persona en quien te interesas.

El tiempo también permite que examines tu interés romántico a la luz de la Biblia. Recuerda, el amor “no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses”. ¿Se interesa la otra persona en el éxito de tus proyectos, o solo en los suyos? ¿Respeta tus puntos de vista y tus sentimientos? ¿Ha ejercido presión en ti para que hagas cosas que son realmente ‘indecentes’ para satisfacer sus deseos egoístas? ¿Tiende a rebajarte delante de los demás, o a ensalzarte? El que te hagas preguntas como esas puede ayudarte a evaluar tus sentimientos de manera más objetiva.

Un enamoramiento o apasionamiento precipitado puede resultar en desastre. Jill, una joven de 20 años, explicó: “Sencillamente me enamoré, de repente y con locura”. Se casó después de un agitado idilio amoroso de dos meses. Pero entonces comenzaron a salir a la superficie faltas ocultas. Jill empezó a desplegar inseguridad y egocentrismo. Su esposo, Rick, perdió el encanto romántico y se hizo egoísta. Un día, tras de dos años de casada, Jill le gritó a su esposo que él era “tacaño”, “holgazán” y “un fracaso”. En respuesta, Rick la golpeó en la cara. Jill salió llorando de la casa... y del matrimonio.

No hay duda de que el seguir el consejo bíblico les habría ayudado a salvar su matrimonio. (Efesios 5:22-33.) ¡Pero cuán diferente habría sido la situación si se hubieran conocido mejor antes de casarse! No se habrían enamorado de una “imagen”, sino de la verdadera personalidad, con sus cualidades buenas y malas. Habrían tenido esperanzas más realistas.

El amor verdadero no surge de la noche a la mañana. Y no tiene que ser que el mejor cónyuge para ti sea una persona que te parezca sumamente atractiva. Por ejemplo, Barbara conoció a un joven que, como ella reconoce, al principio no le atrajo mucho. Pero “según lo fui conociendo mejor —recuerda Barbara—, todo cambió. Noté el interés de Stephen en otras personas, y que siempre anteponía a sus intereses los de los demás. Yo sabía que esas cualidades lo harían un buen esposo. Esto me atrajo a él y empecé a tenerle amor”. El resultado de esto fue un matrimonio duradero.

Por eso, ¿cómo puedes conocer el amor verdadero? Puede que tu corazón te indique algo, pero confía en tu mente entrenada en los principios bíblicos. Trata de conocer más que únicamente la “imagen” externa de la persona. Hay que darle tiempo a la relación para que alcance desarrollo pleno. Recuerda, el encaprichamiento sube rápidamente como una fiebre, pero entonces se desvanece. Con el correr del tiempo el amor genuino se hace cada vez más firme y se convierte en “un vínculo perfecto de unión”.

Libro "Lo que los jovenes preguntan, respuestas prácticas" cap.31

¿ES AMOR, O ENCAPRICHAMIENTO?

EL AMOR

1. Es interés altruista en los intereses de la otra persona.

2. A menudo el interés romántico empieza lentamente; puede tomar meses o años.

3. Uno se siente atraído por el total de la personalidad y las cualidades espirituales de la otra persona.

4. El efecto en uno es que lo hace mejor persona.

5. Uno ve a la otra persona de modo realista y nota sus defectos; con todo, la ama.

6. Se tienen desacuerdos, pero se descubre que se pueden considerar y resolver.

7. Uno desea dar de sí mismo a la otra persona y compartir con ella.

EL ENCAPRICHAMIENTO

1. Es egoísta, restrictivo. Uno piensa: ‘¿Qué me da esto a mí?’

2. La atracción romántica crece rápidamente, quizás en unas horas o unos días.

3. Uno se siente muy impresionado o atraído por y la apariencia física de la

otra persona. (‘¡Tiene unos ojos tan encantadores!’ ‘¡Tiene tan hermosa figura!’)

4.Tiene efecto destructivo y desorganizador.

5.No es realista. La otra persona parece perfecta. Se pasan por alto dudas

persistentes sobre ciertos defectos graves de la personalidad.

6.Las disputas son frecuentes. Los problemas no se solucionan realmente. Muchas riñas se “resuelven” con un beso.

7.El énfasis se pone en conseguir u obtener, especialmente en lo que toca

a satisfacer los impulsos sexuales.

¿CÓMO PUEDO SOBREPONERME A UN DESENGAÑO AMOROSO?

Sabes, sin dudarlo, que es la persona con quien te vas a casar. Ustedes se encuentran a gusto juntos, tienen intereses en común y se atraen mutuamente. Pero la relación termina de repente en un estallido de cólera... o se disuelve en un mar de lágrimas.

En su libro The Chemistry of Love (La química del amor), el Dr. Michael Liebowitz asemeja el comienzo del amor a la euforia o sensación de felicidad producida por una droga potente. Pero como en el caso de una droga, si ese amor muere, puede dejar terribles ‘síntomas de abstinencia’. Y las reacciones serán las mismas, sea que se trate de un simple encaprichamiento o de ‘amor verdadero’. En ambos casos surgen sensaciones eufóricas; pero, si la relación termina, el resultado es angustia y depresión.

Los sentimientos de rechazo, dolor y, tal vez, agravio como resultado de un noviazgo roto pueden agriar tu manera de ver el futuro. Una joven dice que se siente ‘herida’ porque la dejaron plantada. “Ahora solo me limito a decir: ‘Hola, ¿qué tal?’ [a los jóvenes] —comenta—. No permito que nadie se me acerque.” Mientras más profundos sean los sentimientos envueltos en cierta relación amorosa, mayor será el dolor si se disuelve.

Sí, la libertad de enamorar a quien uno desee lleva consigo un alto precio: la posibilidad muy real de salir rechazado. No hay garantía absoluta de que se desarrolle el amor verdadero. Por eso, si alguien empezó a enamorarte con intenciones honorables, pero después resolvió que no sería sabio casarse contigo, eso no necesariamente significa que se te haya tratado con injusticia.

El problema es que, aunque se rompa un noviazgo con suma prudencia y bondad, todavía sentirás que se te ha herido y rechazado. Sin embargo, esa no es razón para que pierdas tu estima propia. ¡El hecho de que no fueras la persona “idónea” a los ojos de una persona no significa que no puedas serlo a los ojos de otra!

Trata de considerar objetivamente la relación que acaba de terminar. Puede que el rompimiento haya puesto de relieve aspectos negativos de la otra persona: inmadurez emocional, indecisión, inflexibilidad, intolerancia y falta de consideración por tus sentimientos. Esas son cualidades que de seguro no deseas en un cónyuge.

¿Qué hay si es solo la otra persona la que quiere romper, y tú crees que el matrimonio pudiera tener éxito? Tienes el derecho de expresar lo que crees. Puede que solo haya habido un malentendido. Poco se logra con enfadarse uno y vociferar. Y si la otra persona insiste en romper, no tienes que humillarte, suplicando con lágrimas el afecto de alguien que obviamente no siente nada por ti. Salomón dijo que hay “tiempo de buscar y tiempo de dar por perdido”. (Eclesiastés 3:6.)

¿Qué hay si tienes buenas razones para sospechar que la otra persona se estaba valiendo de ti y que desde el mismo principio jamás tuvo intenciones de casarse contigo? No tienes que vengarte. Puedes confiar en que Dios está al tanto de esa manera tortuosa de actuar. Su Palabra dice: “La persona cruel está acarreando extrañamiento a su propio organismo”. (Proverbios 11:17; compara con Proverbios 6:12-15.)

Es posible que de vez en cuando te atormenten la soledad o los recuerdos románticos. Si te ocurre eso, no te hará daño llorar un poco. El que participes en alguna actividad física o en el ministerio cristiano también te ayudará. (Proverbios 18:1.) Piensa en cosas que te den gozo y que sean edificantes. (Filipenses 4:8.) Habla a alguna persona en quien confíes completamente. (Proverbios 18:24.) Tus padres también pueden consolarte, aun cuando pienses que tienes suficiente edad para ser independiente. (Proverbios 23:22.) Y sobre todo, confía en Jehová.

Puede que ahora te des cuenta de que debes trabajar en ciertos aspectos de tu personalidad. Quizás sepas mejor que nunca lo que quieres de un cónyuge. El haber amado sin que se te correspondiera tal vez te haga ejercer más cautela en el noviazgo si después conoces a alguien que te atraiga... lo cual puede ser más probable de lo que piensas.

Libro "Lo que los jóvenes preguntan, respuestas prácticas" cap. 31