BIENVENIDOS

Todos deseamos una vida de éxito. Para alcanzarla en este mundo tan complejo, es esencial que recibamos buenos consejos y que estemos dispuestos a obrar en armonía con ellos.

Muchos de los consejos que ofrecen los numerosos libros de autoayuda que circulan hoy día se centran en quienes ya están pasando por una crisis.

La Biblia, en cambio, no se limita a orientar a las personas que atraviesan momentos de angustia. Sus recomendaciones ayudan a evitar los errores que pudieran complicar innecesariamente la vida.

CONSEJOS BIBLICOS PARA TODOS

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jueves, 30 de septiembre de 2010

CÓMO ARREGLÁRSELAS CON MENOS

PARA vivir con menos dinero es preciso organizarse bien. Jesús recalcó la necesidad de hacer buenos planes.

En una ocasión, preguntó: “¿Quién de ustedes que quiere edificar una torre no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo suficiente para completarla?” (Lucas 14: 28, 29). Con ese principio en mente usted puede calcular los gastos elaborando un presupuesto que le permita vivir dentro de sus posibilidades. ¿Cómo? Intente esto:

Cuando lleve a casa el dinero que gane, decida que´ cantidades específicas asignará a diferentes categorías para afrontar gastos presentes o futuros. Al tener organizados sus gastos, verá en qué se le está yendo el dinero y cuánto dedica a cosas que no son esenciales. Así podrá determinar dónde recortar gastos. Para diseñar un presupuesto a su medida, ponga en práctica las siguientes sugerencias.

COMPRE CON INTELIGENCIA

˘ Planifique el menú semanal en función de lo que esté en oferta.

˘ En vez de consumir comidas precocinadas, compre los ingredientes básicos y cocínelos usted mismo.

˘ Adquiera una buena provisión de artículos de temporada o rebajados.

˘ Compre al por mayor, pero tenga cuidado de no acumular productos que puedan echarse a perder.

˘ Recorte los gastos de ropa comprando prendas de calidad en tiendas de segunda mano.

˘ Si le compensa realizar el viaje, compre en zonas donde los precios sean más bajos.

˘ Salga de compras con menos frecuencia.

PÓNGALO POR ESCRITO

Haga un presupuesto. Guarde un registro de todo lo que debe pagar de inmediato y de lo que necesita tener a mano para el resto del mes. Cuando vaya al mercado, de antemano sepa cuanto exactamente puede gastar. Llevar un registro es la clave.

ANTES DE COMPRAR, PIENSE

Adopte la costumbre de preguntarse: “¿De veras necesito este artículo? ¿Está el que tengo realmente desgastado, o es que quiero algo nuevo?”. Si lo usa muy raras veces, ¿no le convendría alquilarlo? En caso de que vaya a usarlo con frecuencia, ¿ha pensado en comprar uno de segunda mano que pudiera ser igual de útil?

Aunque algunas de las sugerencias mencionadas no parezcan tan importantes, en conjunto suponen una gran diferencia. La cuestión es que si uno adquiere la costumbre de ahorrar en las cosas pequeñas, hará lo mismo cuando se trate de gastos mayores.

SEA INGENIOSO

Para gastar menos en cosas no esenciales, ponga a trabajar su mente. Por ejemplo:

˘ Plante un huerto y cultive sus propios vegetales.

˘ Siga las instrucciones de mantenimiento de sus aparatos domésticos, pues así prolongará su vida útil.

˘ Cámbiese la ropa de calle en cuanto llegue a casa. De ese modo se verá como nueva durante más tiempo.

CÓMO ELABORAR UN PRESUPUESTO

1) Anote sus gastos mensuales básicos. Durante un mes, lleve registro de todo lo que gasta en alimentación, vivienda (renta o hipoteca), facturas por servicios, gastos de automóvil o transporte, etc. En el caso de facturas que se pagan anualmente, divida la cantidad por doce para obtener la cuota mensual.

2) Agrupe sus gastos por categorías: alimentación, vivienda, automóvil, viajes, etc.

3) Calcule cuánto dinero debe dedicar mensualmente a los gastos de cada categoría. Cuando se trate de facturas que se pagan anualmente, calcule la cantidad que hace falta apartar cada mes.

4) Apunte el total de los ingresos netos de quienes viven en casa. Reste los impuestos u obligaciones similares. Compare el resultado con los gastos.

5) Aparte todos los meses la cantidad que necesita para los gastos de cada categoría. Si utiliza dinero en efectivo, una forma sencilla de hacerlo es tener un sobre para cada categoría e ir poniendo dentro el dinero que corresponda.

Un consejo: Si usa tarjetas de crédito, hágalo de forma responsable. Mucha gente ha visto fracasar su presupuesto por ceder a la tentación del “compre ahora y pague después”.

Revista "Despertad" Julio 2010

CÓMO VENCER LA DEPRESIÓN

“CON dirección diestra te ocuparás en tu guerrear”, dice Proverbios 24:6. Se requiere dirección diestra y no solo buenas intenciones para ganar una batalla. También es cierto que, si usted sufre de depresión, no desearía hacer algo inadvertidamente que le hiciera sentirse peor. Por ejemplo: un estudio sobre personas depresivas realizado en 1984 halló que algunos trataban de hacer frente a la depresión por medio de ‘descargar su ira sobre otras personas, o reducir la tensión por medio de beber más, comer más e ingerir más tranquilizantes’. El resultado: “Aumento de la depresión y de los síntomas físicos”.

Algunas personas deprimidas rehúyen buscar “dirección diestra” porque temen que se les considere enfermos mentales. Sin embargo, la depresión profunda no es indicio de deficiencia mental ni de debilidad espiritual. Las investigaciones demuestran que este grave trastorno puede presentarse cuando se produce en el cerebro una disfunción química. Como esta puede ser ocasionada por un trastorno físico, si usted ha estado profundamente deprimido por un período superior a dos semanas, es conveniente que se haga un examen médico. Si el examen revelara que el problema no obedece a un trastorno físico, entonces la depresión a menudo puede aliviarse por medio de ajustar el modo de pensar y con la ayuda de alguna medicación o los nutrientes apropiados. El que uno venza la depresión no significa que nunca volverá a padecer de un estado de ánimo deprimido. La tristeza es parte de la vida. No obstante, si uno dirige diestramente sus golpes, podrá desenvolverse mejor ante la depresión.

Es frecuente que el médico prescriba antidepresivos. Estos fármacos están preparados para eliminar el desequilibrio químico. Elizabeth, mencionada anteriormente, los empleó, y en unas semanas su estado de ánimo comenzó a mejorar. “Aun así, además del empleo de los medicamentos, tenía que esforzarme por cultivar una actitud positiva —dijo ella—. Con el ‘empuje’ que me daba la medicación, me sentía determinada a mejorarme. También mantuve un programa diario de ejercicios físicos.”

Sin embargo, el uso de antidepresivos no siempre da resultados. En algunas personas se presentan efectos secundarios problemáticos. Y aun si la disfunción química se corrige, a menos que uno corrija su enfoque mental, la depresión puede volver. No obstante, se puede obtener mucho alivio si uno está dispuesto a...

Exteriorizar sus sentimientos

Sara se sentía profundamente resentida por haber tenido que asumir responsabilidades familiares unilateralmente, así como por la presión de atender un trabajo seglar. (Véase la página 7.) “Pero yo había retenido esos sentimientos en mi interior —dijo Sara—. Una noche, sintiéndome desesperada, telefoneé a mi hermana menor y, por primera vez en mi vida, empecé a dar salida a mis sentimientos. Esto supuso para mí un giro de noventa grados, pues aquella llamada me proporcionó mucho alivio.”

Por consiguiente, si se siente deprimido, busque a alguien capaz de mostrar empatía y en quien pueda confiar. Puede ser su cónyuge, un amigo íntimo, un familiar, un ministro religioso, un médico o un consejero profesional. Una medida imprescindible para vencer la depresión, de acuerdo con un estudio publicado en la revista Journal of Marriage and the Family (Revista sobre el Matrimonio y la Familia), es “tener a mano a alguien en quien apoyarse y con quien compartir las penalidades de la vida”.

El que uno exprese en palabras sus sentimientos constituye un proceso curativo que evita que la mente trate de negarse a reconocer la realidad de un problema o de una pérdida, y deje el problema sin resolver. Pero exteriorice sus verdaderos sentimientos. No permita que un falso sentido de orgullo, procurando dar la impresión de impavidez ante la adversidad, le inhiba. “La solicitud ansiosa en el corazón de un hombre es lo que lo agobia, pero la buena palabra es lo que lo regocija”, dice Proverbios 12:25. Solo por medio de exteriorizar sus sentimientos, otros podrán empezar a comprender su “solicitud ansiosa” y ofrecerle una “palabra” de ánimo.

“Cuando llamé a mi hermana, solo pretendía que simpatizara con mi causa, pero conseguí mucho más —mencionó Sara—. Me ayudó a ver en qué estaba equivocado mi modo de pensar. Me dijo que estaba echándome encima demasiada responsabilidad. Y, aunque al principio no era eso lo que yo hubiese querido escuchar, cuando comencé a aplicar su consejo, sentí como si empezara a quitarme un enorme peso de encima.” Cuán ciertas son las palabras de Proverbios 27:9: “Aceite e incienso son lo que regocija el corazón, también la dulzura del compañero de uno debido al consejo del alma”.

Es ‘dulce’ tener un amigo o un cónyuge que hable con franqueza y ayude a ver las cosas en su justa perspectiva. Esto puede ayudarle a enfocar su atención en un solo problema a la vez. De modo que, en lugar de ponerse a la defensiva, agradezca profundamente esa clase de “dirección diestra”. Tal vez usted necesite a alguien que después de varias conversaciones pueda señalarle algunos objetivos a corto plazo que le indicarán los pasos que usted ha de ir dando a fin de corregir su situación y así reducir, o eliminar, la fuente de su tensión emocional.

El luchar contra la depresión exige que uno luche contra la falta de amor propio. ¿Cómo se puede luchar con destreza contra ese sentimiento?

Cómo luchar contra la falta de amor propio

María, por ejemplo, como se mostró en el artículo anterior, llegó a estar deprimida a causa de problemas en el seno familiar. Afirmó: “Soy una persona horrible, y no puedo hacer nada bien”. Eso era falso. Si ella hubiese analizado sus conclusiones, se habría podido oponer a estas por medio de razonar: “Hay cosas que hago bien y otras que hago mal, como cualquier otra persona. He cometido un par de errores, y debo esforzarme por ser más considerada, pero no por esto debo sacar las cosas de quicio”. Este razonamiento hubiera dejado intacto su amor propio.

Con frecuencia, esa voz interior excesivamente crítica que nos condena se equivoca. En la tabla que acompaña a este artículo figuran algunos pensamientos distorsionados que son típicos y que contribuyen a generar la depresión. Aprenda a identificar esos pensamientos equívocos y a mentalmente cuestionar su validez.

Otra víctima de la falta de amor propio fue Jean, una madre soltera de treinta y siete años de edad. Ella explicó: “Me hallaba bajo tensión debido a tener que encargarme de criar dos niños. Cuando veía que otras madres solteras se casaban, pensaba: ‘Debe haber algo en mí que no gusta’. Al reflexionar solo en cosas negativas, estas se fueron desproporcionando, y terminé hospitalizada por depresión”.

“Después de abandonar el hospital —prosiguió Jean—, leí en el número de ¡Despertad! del 22 de enero de 1982 una lista de ‘Ideas que pueden conducirle a la depresión’. Cada noche releía la lista. Algunas de esas ideas erróneas eran: ‘Lo que yo valga como persona depende de lo que otros piensen de mí’, ‘nunca debo sentirme herida; debo estar siempre alegre y serena’, ‘yo debería ser una madre perfecta’. Como tenía la tendencia a ser perfeccionista, tan pronto como pensaba en esos términos, le oraba a Jehová para que me ayudase a controlarme. Aprendí que los pensamientos negativos erosionan el amor propio, porque todo cuanto uno ve es el lado problemático de la vida y no las cosas buenas que uno recibe de Dios. Al esforzarme por evitar ciertos pensamientos impropios, logré sobreponerme a mi depresión.” ¿Debería usted también cuestionar algunos de sus pensamientos o hasta rechazarlos?

¿Será culpa mía?

Aunque Alexander estaba muy deprimido, se las arregló para conducir una clase. (Véase la página 3.) Cuando algunos de sus alumnos suspendieron una importante prueba de lectura, le sobrevino la idea de suicidarse. “Pensaba que el fracaso era suyo —dijo Esther, su esposa—. Le dije que la culpa no era suya, que no se puede esperar un resultado perfecto.” Sin embargo, su desmedido sentimiento de culpa bloqueó su mente y lo condujo al suicidio. Con frecuencia, se desarrolla un sentimiento de culpa exagerado cuando se asume una responsabilidad injustificada por el comportamiento de otras personas.

Aun en el caso de un niño, un padre puede influir poderosamente en su vida, pero no tener un control absoluto de ella. Si algo no resultara como uno lo ha planeado, pregúntese: ¿Acaso se debe a sucesos imprevistos que están más allá de mi control? (Eclesiastés 9:11.) ¿He hecho todo cuanto razonablemente puedo dentro de los límites de mi capacidad física, mental y emocional? ¿Eran mis expectativas demasiado elevadas? ¿Debo aprender a ser más razonable y modesto? (Filipenses 4:5.)

Pero ¿y si uno ha cometido un error grave y la culpa es suya? ¿Se corregirá el error por medio de fustigarse mentalmente de continuo? ¿Acaso no está dispuesto Dios a perdonar aun “en gran manera” si uno está genuinamente arrepentido? (Isaías 55:7.) Si Dios “no por todo tiempo seguirá señalando faltas”, ¿debería usted sentenciarse a una vida de angustia mental por causa de algún mal cometido? (Salmo 103:8-14.) Lo que a Dios le complace, y además aliviará la depresión que usted sufre, no es el que uno esté constantemente entristecido, sino el que dé pasos positivos para ‘corregir el abuso’. (2 Corintios 7:8-11.)

‘Olvide las cosas que quedan atrás’

Algunos de nuestros problemas emocionales pudieran estar enraizados en el pasado, particularmente si fuimos víctimas de algún trato injusto. Esté dispuesto a perdonar y olvidar. “¡Pero es que perdonar no es fácil!”, tal vez piense usted. Es cierto; pero es mejor que arruinar el resto de su vida meditando en lo que ya no tiene remedio.

El apóstol Pablo escribió: “Olvidando las cosas que quedan atrás [...] prosigo hacia la meta para el premio”. (Filipenses 3:13, 14.) Pablo no se entretuvo en meditar en el derrotero equivocado de vida que había llevado en el judaísmo, habiendo sido responsable, incluso, de aprobar el asesinato. (Hechos 8:1.) Al contrario, concentró sus esfuerzos en calificar para el premio futuro de la vida eterna. También María (véase la página 12) aprendió a no meditar en las cosas del pasado. En una ocasión, le echó en cara a su madre la manera en que esta la había educado. Su madre le había dado una especial importancia al atractivo y a la belleza física; por consiguiente, María era una perfeccionista y propendía a sentir celos de su atractiva hermana.

“Aunque estos celos ocultos eran la raíz del problema, yo las hacía a ellas responsables de mi comportamiento. Pero llegó el momento en que pensé: ‘En realidad, ¿qué importancia tiene de quién sea la culpa?’. Tal vez yo tenía algunas malas inclinaciones atribuibles a la educación que había recibido de mi madre; sin embargo, la cuestión era hacer algo para remediarlo. No debía continuar actuando de ese modo.” El reconocer esto ayudó a María a hacer los ajustes mentales necesarios a fin de ganar su lucha contra la depresión. (Proverbios 14:30.)

Su verdadero valor

Vistos estos factores, si uno ha de enfrentarse con éxito a la depresión, se requiere un punto de vista equilibrado sobre su propia valía. El apóstol Pablo escribió: “Digo a todos ustedes que ninguno piense de sí mismo más de lo que debe pensar. Antes bien, cada uno piense de sí con moderación”. (Romanos 12:3, Versión Popular.) El falso orgullo, así como el no ser consciente de sus limitaciones, y el perfeccionismo son todas maneras de sobrestimarse. No se debe ceder a tales tendencias; no obstante, evite irse al otro extremo.

Jesucristo destacó el valor individual de cada uno de sus discípulos al decir: “Se venden cinco gorriones por dos monedas de poco valor, ¿no es verdad? Sin embargo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. Pero hasta los cabellos de la cabeza de ustedes están todos contados. No tengan temor; ustedes valen más que muchos gorriones”. (Lucas 12:6, 7.) Es tal el valor que tenemos ante Dios que hasta repara en nuestro más mínimo detalle. Como Él se interesa profundamente en la persona, sabe cosas acerca de nosotros que ni aun nosotros mismos sabemos. (1 Pedro 5:7.)

El que Sara reconociera que Dios tenía un interés personal en ella la ayudó a mejorar su amor propio. “Siempre había tenido un temor reverente por el Creador, pero entonces comprendí que Él se interesaba en mí como persona. Sin importar lo que mis hijos o mi esposo hiciesen, y prescindiendo de la formación que mis padres me dieron, me di cuenta de que yo tenía una relación de amistad personal con Jehová. Entonces comenzó a desarrollarse mi sentido de amor propio.”

Siendo el caso que Dios considera valiosos a sus siervos, nuestra valía no depende de la aprobación de otras personas. Por supuesto, no es agradable el que a uno se le rechace. Pero el que uno tome la aprobación o desaprobación humana como punto de referencia para determinar su valía personal le hace vulnerable a la depresión. El rey David, un hombre según el propio corazón de Jehová, fue llamado en una ocasión “hombre que no sirve para nada”, literalmente un “hombre de inutilidad”. Sin embargo, David reconoció que el hombre que se había expresado en esos términos estaba afectado por un problema, y no consideró ese apelativo como determinante de su valía personal. De hecho, como es común entre las personas, Simeí más tarde se disculpó. Aun si alguien le criticase con razón, véalo como una crítica dirigida contra algo en concreto que uno ha hecho, no como una evaluación de su persona. (2 Samuel 16:7; 19:18, 19.)

El estudio personal que Sara realizó de la Biblia y de publicaciones basadas en ella, así como su asistencia a las reuniones de los testigos de Jehová, la ayudaron a colocar el fundamento para una relación con Dios. “Pero mi cambio de actitud hacia la oración fue lo que más me ayudó —dijo Sara—. Solía pensar que solo se oraba a Dios sobre cosas importantes, y que no se le debía molestar con problemas insignificantes. Ahora entiendo que puedo hablarle sobre cualquier cosa. Si estoy nerviosa respecto a una decisión que he de tomar, le pido que me ayude a estar calmada y ser razonable. Me siento aún más cerca de Él cuando veo que responde mis oraciones y me ayuda a hacer frente a cada día y a cada circunstancia difícil.” (1 Juan 5:14; Filipenses 4:7.)

No hay duda, la seguridad de que Dios tiene un interés personal en usted, entiende sus limitaciones y le dará la fortaleza para hacer frente a cada día es la clave en la lucha contra la depresión. No obstante, hay veces que, a pesar de lo que uno haga, la depresión persiste.

Persistir “hora a hora”

“He probado con todo, incluso con complementos en la nutrición y antidepresivos —comenta Eileen, madre de cuarenta y siete años de edad que ha luchado contra la depresión crónica por años—. He aprendido a corregir pensamientos impropios, y esto me ha ayudado a ser una persona más razonable. Pero la depresión persiste.”

El hecho de que la depresión persista no significa que usted no la está combatiendo con destreza. Los médicos no conocen todos los posibles remedios para este trastorno. Hay ocasiones en que la depresión es el efecto secundario de una medicación administrada contra una enfermedad grave. Por consiguiente, el empleo de esa medicación tiene un efecto compensatorio, pues puede beneficiar en el tratamiento de algún otro problema médico.

Naturalmente, el que uno confíe sus sentimientos a una persona comprensiva puede ayudar. No obstante, no hay ningún humano capaz de llegar a conocer realmente la profundidad de su agonía. Pero Dios sí la conoce y le ayudará. “Jehová me ha proporcionado fuerzas para seguir intentándolo —reconoció Eileen—. Él no ha dejado que me rinda y me ha dado esperanzas.”

Con la ayuda de Dios, el apoyo emocional de otras personas y sus propios esfuerzos, usted no será agobiado de tal modo que tenga que rendirse. Con el tiempo, usted se podrá ajustar a la depresión como a cualquier otra enfermedad crónica. Aguantar no es fácil, ¡pero es posible! Jean, cuya profunda depresión persistió, dijo: “No se trataba siquiera de una lucha día a día. Más bien, era una lucha hora a hora”. En el caso de ambas, Eileen y Jean, la esperanza prometida en la Biblia las ayudó a seguir adelante. ¿Cuál es esa esperanza?

Una valiosa esperanza

La Biblia habla de un tiempo en el futuro cercano en el que Dios “limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:3, 4.) El Reino de Dios traerá entonces a todos sus súbditos terrestres una completa curación física y mental. (Salmo 37:10, 11, 29.)

No solo se removerá el dolor físico, sino también desaparecerá el angustioso dolor del corazón y su aflicción. Jehová promete: “Las cosas anteriores no serán recordadas, ni subirán al corazón. Pero alborócense y estén gozosos para siempre en lo que voy a crear”. (Isaías 65:17, 18.) ¡Qué alivio será para la humanidad verse libre de las cargas del pasado y poder levantarse cada día con la mente totalmente clara y despejada, deseosa de acometer las tareas de la jornada! Nunca más será estorbada la humanidad por la espesa niebla de la depresión.

Al no haber ‘más muerte ni lamento ni clamor’, el sentimiento por las trágicas pérdidas de seres queridos y las tensiones emocionales diarias que ahora inducen a la depresión habrán desaparecido. Como entonces la bondad amorosa, la veracidad y la paz predominarán en las relaciones entre unos y otros, también cesarán los enfrentamientos amargos. (Salmo 85:10, 11.) Al removerse los efectos del pecado, ¡qué gozo será el finalmente poder satisfacer a la perfección las normas divinas de la rectitud y disfrutar de plena paz interior!

Esta animadora perspectiva es un gran incentivo para persistir en la lucha sin importar cuán intensa llegue a ser la depresión. Porque en el nuevo mundo de Dios, la humanidad perfeccionada habrá conquistado la victoria absoluta sobre la depresión. ¡Qué buenas nuevas son estas!

Revista "Despertad" 87/22-10

¿SERÁ DEPRESIÓN GRAVE?

Cualquier persona puede tener temporalmente uno o más de los siguientes síntomas sin que su problema sea grave. Pero si varios de estos síntomas persisten, o si alguno de ellos es tan intenso que interfiere con tus actividades normales, puede ser que sufras de:

1) Un mal físico, y tengas que someterte a un reconocimiento médico, o de

2) Un trastorno mental... la depresión grave.

Nada te agrada. No te complaces en actividades de que antes disfrutabas. Te sientes como si en realidad no existieras, como si estuvieras en una neblina y actuando mecánicamente.

Completa inutilidad. Te parece que tu vida no es contribución importante a nada y que eres totalmente inútil.

Puede que sientas mucha culpa.

Cambio drástico de humor. Si en un tiempo eras sociable, ahora eres retraído, o viceversa. Puede que llores a menudo.

No te parece que haya remedio. Opinas que todo anda mal, que no puedes hacer nada al respecto y que las condiciones nunca mejorarán.

Quisieras estar muerto. La angustia es tan grande que a menudo piensas que sería mejor estar muerto.

No te puedes concentrar. Piensas constantemente en los mismos asuntos, o lees sin comprender.

Cambios en tus hábitos de comer o evacuar. Pierdes el apetito o comes en demasía. Padeces intermitentemente de estreñimiento o diarrea.

Cambios en tus hábitos de dormir. Duermes poco, o excesivamente. A menudo puede que tengas pesadillas.

Dolores y punzadas. Sufres dolores de cabeza, calambres y dolores del abdomen y el pecho. Quizás te sientas cansado constantemente sin que haya razón para ello.

Libro "Lo Que Los Jóvenes preguntan... Respuestas Prácticas" Cap.13

DEPRESIÓN ADOLESCENTE

“Por lo general, la depresión adolescente no obedece a un solo factor estresante, sino a varios.”—Doctora Kathleen McCoy.

¿CUÁLES son las causas de la depresión adolescente? Existen varios desencadenantes. A veces, los cambios físicos y emocionales propios de la pubertad invaden a los jóvenes de incertidumbre y temor, y los hacen propensos a estados de ánimo pesimistas. Además, los adolescentes suelen experimentar emociones negativas cuando se sienten rechazados por sus compañeros o por la persona de quien se han enamorado. Y también, como se indicó en el primer artículo de esta serie, la juventud de hoy crece en un mundo que ya de por sí puede ser deprimente. Vivimos, sin lugar a dudas, en “tiempos críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1).

Para agravar el problema, los jóvenes se encaran a las presiones de la vida por primera vez, sin las aptitudes y la experiencia de los adultos. En cierto sentido, son como turistas que tratan de orientarse en un lugar desconocido, abrumados por el entorno y, en muchos casos, renuentes a pedir ayuda. Esta situación puede convertirse en terreno fértil para que germine la depresión.

Pero hay otros factores que también pueden contribuir a la depresión adolescente. Analicemos algunos de ellos.

Los sentimientos de pérdida

La depresión a veces sobreviene tras una pérdida profunda: tal vez la muerte de un ser querido o la falta de contacto con uno de los padres a consecuencia del divorcio. Hasta la muerte de un animal de compañía puede sumir a un adolescente en la desesperación.

Hay otros tipos de pérdida que no son tan obvios. Por ejemplo, la mudanza a otro vecindario implica dejar atrás un entorno conocido y amigos queridos. Hasta la consecución de algún objetivo muy esperado —como el de graduarse de la escuela— puede ocasionar sentimientos de pérdida. Al fin y al cabo, iniciar una nueva fase de la vida implica perder el bienestar y la seguridad que se había tenido hasta entonces. También hay jóvenes que luchan con algún tipo de enfermedad crónica. En ese caso, la angustia de ser distinto de los demás compañeros —y tal vez el hecho de verse marginado— puede provocar en el adolescente la sensación de que su vida ya no es normal.

De todas formas, muchos jóvenes afrontan esas pérdidas sin quedar totalmente desconsolados. Están tristes, lloran, se afligen, se lamentan..., pero con el tiempo se adaptan. ¿A qué se debe, pues, que la mayoría de los adolescentes se encaren a las dificultades de la vida con gran fuerza moral, y otros sucumban a la agonía de la depresión? No existe una respuesta sencilla a esta pregunta, ya que se trata de un trastorno complejo. Lo que sí es cierto es que algunos adolescentes tal vez sean más vulnerables.

El factor bioquímico

Muchos profesionales de la salud mental creen que la depresión guarda una estrecha relación con algún desequilibrio bioquímico en el cerebro. Dicho desequilibrio puede ser genético, pues se ha descubierto que las posibilidades de que los adolescentes sufran depresión aumentan cuando uno de sus progenitores padece esta enfermedad. El libro Lonely, Sad and Angry (Soledad, tristeza e ira) dice: “La mayoría de los niños deprimidos tienen por lo menos a uno de sus progenitores enfermo de depresión”.

La pregunta que muchos se plantean es: ¿Heredan los niños la depresión, o simplemente aprenden a estar deprimidos al convivir con un progenitor que padece dicho trastorno? Es muy difícil determinar si la persona deprimida nace, o se hace, pues el cerebro es sumamente complejo, y también lo son muchos otros factores desencadenantes de la depresión adolescente.

El ambiente familiar

Se dice, y con razón, que la depresión es un asunto de familia. Como ya se ha señalado, tal vez haya un componente genético que transmita de una generación a otra la tendencia a la depresión; pero también influye el ambiente familiar. “Aquellos niños cuyos padres los hacen objeto de malos tratos son los que corren el mayor riesgo, así como también los que reciben demasiadas críticas y ven siempre destacadas sus deficiencias”, escribe el doctor Mark S. Gold. Lo opuesto, el que los padres abrumen a sus hijos con un afecto excesivo y los sobreprotejan, también puede conducir a la depresión. Cabe mencionar, no obstante, que según los descubrimientos de una investigadora, los niños son aún más propensos a la depresión cuando los padres no se interesan por ellos.

Ahora bien, esto no significa que todos los adolescentes deprimidos hayan recibido una crianza deficiente. Aunque es cierto que en algunos casos el ambiente familiar influye sobremanera, esa aseveración tan radical no tomaría en cuenta los muchos otros factores. “Los niños que viven en hogares en los que los padres discuten continuamente corren más riesgo de sufrir depresión que los que viven en ambientes menos tensos —escribe el doctor David G. Fassler—. La razón es, en parte, que los padres están tan absortos en sus disputas que desatienden las necesidades de sus hijos. Además, las discusiones giran a menudo en torno a estos, lo cual suele provocarles sentimientos de culpa, ira y resentimiento.”

Solo hemos analizado algunas posibles causas de la depresión adolescente. Pero hay más. Por ejemplo, algunos expertos dicen que los factores medioambientales (como la mala alimentación, las toxinas y el abuso de sustancias adictivas) pueden provocar depresión. Otros opinan que también influyen ciertos medicamentos (como algunos antihistamínicos y tranquilizantes). Además, parece que los niños con trastornos de aprendizaje son particularmente proclives a ella, quizá porque su autoestima tiende a disminuir al darse cuenta de que no consiguen mantenerse a la altura de sus compañeros de clase.

De todas formas, prescindiendo de cuál sea la causa, lo primordial es saber cómo ayudar a los adolescentes deprimidos.

Revista "Despertad" 01/8-9

LUCHANDO CONTRA LA DEPRESIÓN GRAVE... TRATAMIENTOS PROFESIONALES

Los estudios indican que en algunos países la depresión está tan difundida que por lo menos una de cada cuatro mujeres y el 10 por ciento de los hombres sufrirán un episodio de esta clase en algún punto de su vida.

¿Qué tratamientos pueden conseguirse? Hay una variedad. Algunos son polos opuestos en su modo de tratar el mal; pero otros coinciden. ¿A qué se debe esto?

Algunos investigadores creen que las depresiones severas se deben a algún defecto físico en el cuerpo (aunque sean precipitadas por algún suceso angustioso) —un desequilibrio bioquímico en el cerebro— y por lo tanto consideran vital el medicamento para corregir este desequilibrio. Otros sostienen que el trastorno se debe al modo defectuoso de pensar, que la mente crea el desequilibrio y por lo tanto ésta puede rectificarlo. Estos creen que hay que corregir la mente por sicoterapia, “terapia de conversación.” Hay algo de verdad en ambos métodos, pero ni uno ni el otro tiene la solución completa.

Es asunto de mente y cuerpo

La cuestión se hace difícil de resolver debido a que el funcionamiento de la mente está tan estrechamente relacionado con el del cuerpo. Cada uno tiene efectos decisivos sobre el otro.

Los trastornos mentales son muy complejos y cada paciente es diferente. Por eso, el médico que está familiarizado con el paciente generalmente puede recomendar el tratamiento que es mejor para el paciente. Si el paciente no está satisfecho, tal vez el médico pueda ayudarlo a hallar otros especialistas. La información que se presenta a continuación quizás ayude tanto al paciente como al médico a darse cuenta de que hay varios tratamientos disponibles. No hay una sola forma de tratamiento que cure todos los casos de depresión grave. Además, se reconoce que dentro de cada campo de tratamiento frecuentemente hay una gran variedad de terapeutas. Por ejemplo, en la sicoterapia se informa que hay 130 métodos diferentes. Además, entre los que enfocan la enfermedad desde el punto de vista nutritivo, algunos pueden ser investigadores eminentes respaldados por décadas de estudio mientras que otros se han convertido en “peritos del fin de semana” después de haber asistido a un seminario de dos días.

Conversación que disipa la depresión

Cuando la diagnosis es depresión grave, una recomendación que se hace es la sicoterapia... o “terapia de conversación.” Puesto que la persona deprimida generalmente tiene ideas muy perturbadas, muchos enfermos han recibido ayuda al hablar con una persona que está dedicada a la terapéutica. Entre tales profesionales pueden estar siquiatras, sicólogos, asistentes sociales y otros que han recibido instrucción especial. Sin embargo, algunos deprimidos han recibido ayuda al hablar con un ministro que se interesa amorosamente en su bienestar.

Armand DiMele, director del Centro para Sicoterapia, hizo el siguiente comentario: “La persona deprimida procura protegerse mediante el cierre de su mente y cuerpo y negarse a aceptar estímulo alguno. Por ejemplo, cuando alguien sufre una pérdida, como en el caso de una muerte, puede que sucumba a la depresión más bien que enfrentarse a la pérdida.” La tarea del consejero es la de ayudar al paciente a enfrentarse a los sentimientos y a la angustia que provienen de tal pérdida. DiMele continúa diciendo: “Si el terapeuta que se sienta con el enfermo realmente lo atiende y educa y le explica las sensaciones corporales que debe esperar experimentar, entonces la persona poco a poco se da cuenta de que puede hacerle frente a la emoción, y la depresión se va.”

Frecuentemente la depresión ha sido generada por sentimientos ocultos, tales como la cólera, el resentimiento y la culpabilidad. Por ejemplo, un sicólogo que trabaja para el Departamento de Salud Mental del Estado de Nueva York atendió a una señora de 58 años de edad que sufría de depresión severa. Le parecía a ella que Dios la había abandonado y que todo el mundo hablaba mal de ella. A medida que este perito con 20 años de experiencia se puso a hablar bondadosamente con ella cada semana, notó que cuando la conversación tenía que ver con su familia ella nunca mencionaba a su madre, con quien ella estaba viviendo. El se puso a indagar. Con el tiempo ella reveló que le parecía que su madre, por ser descuidada, era responsable de la muerte reciente de su padre, a quien ella amaba mucho. Poco a poco el consejero la ayudó a vencer este resentimiento, y su depresión se disipó.

Puesto que en muchos casos el sentimiento de culpa es un síntoma principal de la depresión, los sicólogos tratan de eliminar este sentimiento junto con el sentimiento de inutilidad que perturba al paciente. A cierta señora le sobrevino una depresión severa cuando su hija se volvió rebelde. “Nunca fui adecuada como madre, ¿verdad?,” dijo entre sollozos al siquiatra. “A eso se debe que se haya descarriado.” El facultativo la ayudó a que viera todo el bien que había hecho para su hija. El sentimiento de culpa entonces desapareció... e igualmente su depresión.

Sin embargo, según el Dr. Ronald Fieve, en la mayoría de los casos el tratamiento no da resultado. En su libro Moodswing—The Third Revolution in Psychiatry él informa que no era raro que, después de semanas, meses y años de trabajar con una persona que padecía de depresión moderada o severa, ayudándola a analizar su comportamiento, “muy poco sucedía.”

También hay un peligro en este método para las personas que se esfuerzan por vivir en conformidad con altas normas morales. Algunos terapeutas se pasan de la raya, pues justifican actitudes que la Biblia desaprueba. Se hace esto para mitigar el sentimiento de culpa que aflige al paciente. Es cierto que, si malos sentimientos vienen a la mente de la persona, no debe dejar que la abrume el sentimiento de culpa ni sentirse “condenada por Dios.” Sin embargo, en vez de concluir mediante razonamiento que tales pensamientos erróneos no son malos, como dirían algunos terapeutas, los que tienen el consejo bíblico en alta estima prefieren corregir tales ideas o alejarlas de la mente. Por eso, tienen que pesar seriamente (o conseguir ayuda para pesar) el consejo que les ofrece un terapeuta. Se puede evitar la posibilidad de que surjan problemas de esa índole si el paciente, o un compañero, le explica al terapeuta lo importantes que le son al paciente sus creencias religiosas.—Gálatas 5:16, 19-21; Santiago 1:14, 15.

Las autoridades en el campo difieren en cuanto a la eficacia de la sicoterapia intensa. Una razón por esta diferencia de opiniones es que muchos médicos no creen que la sicoterapia sea capaz de corregir todo caso de desequilibrio químico presente cuando hay severos cambios de disposición de ánimo. Ellos recomiendan el uso de . . .

Medicamentos para combatir la depresión

“Antes yo pensaba que uno podía vencer cualquier disposición de ánimo simplemente resolviéndose a hacerlo, pero ya no creo eso,” confesó un ama de casa quien previamente cayó víctima de una depresión grave. “A veces me dejaba caer al suelo y prorrumpía en sollozos inmotivados.” Por fin se comunicó con un médico que tenía una solución que la ayudó.

Después de escuchar los síntomas de la depresión grave que la aquejaba, el médico dijo: “Ante todo, quiero explicarle que usted tiene una enfermedad física. Tengo cierto medicamento que creo que le ayudará.” Prescribió un medicamento tricíclico que se usa para aliviar la depresión síquica. Sospechaba que la enferma tenía un desequilibrio químico en el cerebro, y creía que el medicamento lo compensaría y aliviaría la depresión. “Pasé un tiempo sin mejoramiento alguno, pero entonces,” dijo ella, “en seis meses me hallé como una persona nueva, y dejé de usar la droga por completo.”

Hay más de 20 de estos medicamentos y también litio que se pueden conseguir para combatir la depresión síquica. Estos no son anfetaminas ni tranquilizantes, que tienen el efecto inmediato de, ya sea estimular o calmar el sistema nervioso, y con los cuales uno puede enviciarse. En vez de impedir ciertos impulsos que producen angustia, como lo hacen los tranquilizantes, estos medicamentos que se usan para combatir la depresión síquica (tricíclicos e inhibidores de oxidasa monoamínica, cuya sigla en inglés es MAO), evidentemente modifican los niveles de ciertos neurotransmisores en el “centro de placer” del cerebro, y se cree que esto facilita la transmisión de impulsos placenteros de una célula nerviosa a la próxima. Así que estas drogas posiblemente tratan un desequilibrio químico en el cerebro.

Según el Dr. Ronald Fieve, director de la Clínica de Litio Fieve en la ciudad de Nueva York, “el litio trata la fase maniaca de la sicosis maniacodepresiva bipolar y sirve bien de medicamento profiláctico para este trastorno, y a veces ayuda en casos recurrentes de depresión grave.” Informó que durante un período de 20 años, y en una docena de países, se hizo un estudio cuidadoso de más de 6.000 pacientes a quienes se dio litio. Se trató con buen éxito entre el 70 y 80 por ciento de los que estaban sufriendo de una sicosis maniacodepresiva.

Por supuesto, todas estas drogas pueden tener efectos secundarios desagradables. Frecuentemente, se prueban varias drogas hasta que se encuentra la que sea “la apropiada.” Si los inhibidores MAO se combinan con ciertos alimentos, tales como los quesos añejados, la cerveza, los vinos y los hígados de gallina, pueden producir una reacción letal. Por eso, es preciso que toda droga se emplee bajo la supervisión cuidadosa de un médico bien informado.

“Sin embargo, [la terapia con drogas] no es una solución mágica para todos los problemas del paciente,” escribe el Dr. Nathan Kline de la ciudad de Nueva York, en su libro From Sad to Glad. Este pionero en el uso de estos medicamentos continúa diciendo: “Lo que sí hace es que corrige cierta clase de desplome funcional, de modo que el paciente, habiendo recuperado sus capacidades, pueda enfrentar los problemas.”

El enfoque nutritivo

Hace más de 65 años se estableció el hecho de que una deficiencia en la alimentación puede causar trastornos mentales, incluso la depresión grave. En aquel tiempo una enfermedad mortal, pelagra, estaba haciendo estragos en muchos países y arrebataba a 10.000 estadounidenses cada año. Las primeras manifestaciones de la enfermedad eran generalmente trastornos mentales... predominaba la depresión.

En su esfuerzo por llegar a la raíz del problema, el Dr. Joseph Goldberger puso a varias personas sanas al mismo régimen alimenticio que él halló que se proveía para algunos pacientes de enfermedades mentales... comidas que consistían principalmente en harina de maíz, maíz a medio moler, fécula de maíz y otros productos de maíz y una diminuta cantidad de vegetales. Esperó. ¡De los 11 participantes siete manifestaron la depresión y cayeron enfermos con pelagra! Luego el médico agregó levadura de cerveza, carne sin grasa y leche a la dieta de éstos. Todos se recuperaron rápidamente. Una deficiencia nutritiva había sido la causa de su depresión.

El maíz, que forma la mayor parte del régimen alimenticio de la gente más pobre en las zonas donde se cultiva, carece casi por completo de un aminoácido vital... triptófano. A causa de esto, hubo una escasez de algunas sustancias del complejo de la vitamina B.

Los científicos han descubierto que otras deficiencias nutritivas causan síntomas tales como la depresión, irritabilidad nerviosa, cansancio y cambios de personalidad. La gran cantidad de investigación que se ha realizado ha enlazado vitaminas, especialmente el complejo B, con la conversión de aminoácidos, como el triptófano, en neurotransmisores, que son los que llevan los impulsos de nuestro pensamiento de una célula nerviosa a otra. Se han asociado algunas clases de depresión con la escasez de ciertos neurotransmisores.

“Lo primero que se debe hacer,” explica el Dr. David Hawkins, presidente fundador de la Academia de Siquiatría Ortomolecular, “es asegurar que el paciente tenga el equilibrio nutritivo óptimo.” Pero aun cuando se descubre una deficiencia nutritiva, los suplementos correctivos no siempre alivian la depresión.

Por ejemplo, una paciente severamente deprimida había leído un libro acerca del medio terapéutico en el cual se emplean megavitaminas, y estaba tomando dosis grandes de varias vitaminas a fin de conseguir alivio, pero sin notar efecto alguno. Un médico que emplea el método nutritivo hizo un examen cuidadoso del régimen alimenticio de la paciente. Descubrió que solo tomaba una comida al día y que ésta consistía en una hamburguesa y patatas fritas, con un poco de lechuga y tomate. Bebía entre 25 y 30 tazas de café al día. Según se informa, el agregar a su dieta una variedad de vegetales, frutas y nueces, y el restringir su ingestión de café, produjo una recuperación completa en cuestión de meses.

Aun algunos de los médicos que usan el método nutritivo también emplean drogas y el electrochoque como medio terapéutico. Hacen esto porque de por sí el método nutritivo a menudo es lento, y el paciente, especialmente si tiene tendencias suicidas, tal vez precise alivio inmediato.

Los médicos que abogan por el método nutritivo emplean principalmente las sustancias que normalmente están presentes en el cuerpo y así evitan los peligrosos efectos secundarios de las drogas sicotrópicas. La revista The American Journal of Psychiatry (mayo de 1980) informó sobre un caso en que se administró tirosina, un aminoácido que ocurre naturalmente, a una mujer de 30 años de edad que había sufrido por varios años de depresión grave y que había tenido reacciones adversas a la administración de medicamentos destinados a aliviar la depresión. “Mejoró notablemente después de dos semanas de terapia con la tirosina.” Como prueba para saber si la mejoría tenía alguna base sicológica, se le dio un placebo de apariencia similar. ¡Dentro de una semana su depresión volvió! Cuando se reinstituyó el aminoácido, su depresión quedó “completamente mitigada de nuevo.”

Según lo indicado por ensayos de investigación, otro aminoácido, el triptófano, es tan eficaz como algunas de las drogas que se emplean como medicamento para combatir la depresión, y no causa ninguno de los efectos secundarios. Aunque no todos los ensayos han dado buen resultado, el Dr. J. H. Growden dijo en resumen: “Parece probable que sí existe un grupo de pacientes con trastornos de disposición de ánimo que mejoran bajo observación clínica después de administrarles triptófano, ya sea solo o en combinación con otras terapias convencionales.”

Sin embargo, un pionero en la investigación nutritiva, el Dr. Allen Cott, advierte: “Siempre es necesario que un médico establezca la fórmula correcta. Uno no debe estar tragando puñados de vitaminas. Si una persona se llena de B6, agota la acumulación de magnesio que debe tener en el cuerpo. . . . Solo un facultativo experimentado puede saber de seguro que al corregir una deficiencia de vitamina no vaya a crear otra.” Por eso, los peritos en asuntos de nutrición generalmente recomiendan varios suplementos, entre ellos vitaminas, minerales, oligoelementos, enzimas y aminoácidos. Además, se reconoce que el uso de dosis masivas de un suplemento tiene el mismo efecto en el cuerpo que una droga.

El siquiatra H. M. Ross, que se vale de las vitaminas y la dieta en su práctica diaria y que, según se informa, ha tratado con éxito a centenares de casos de depresión severa, declara: “Las vitaminas no son la única solución para muchos problemas siquiátricos.” Presta apoyo a esta opinión equilibrada el Dr. Carlton Fredericks, vocero popular de los que emplean el método nutritivo, y quien admite lo siguiente: “Visto que el siquiatra y el sicólogo se han obsesionado con el concepto de que la enfermedad mental es puramente mental, es preciso que el profesional ortomolecular resista la tentación de darle más énfasis que la debida a un solo método bioquímico para tratar los trastornos emocionales y mentales.”

Un cuidadoso examen de mismo

Aunque a menudo se puede conseguir ayuda mediante tratamiento profesional, por lo general la solución no viene “de golpe.” Es imprescindible que la persona deprimida dedique tiempo a hacer un examen honrado de sí misma. Una señora deprimida de 35 años de edad descubrió con el tiempo que para hallar alivio duradero tuvo que hacer varios ajustes, además de aquellos relacionados con sus hábitos de comer. Ella lo explica así: “Los medicamentos no le resuelven todos sus problemas. Uno tiene que reconocer sus temores y angustias y enfrentarse a éstos y cambiar su modo de pensar.”

Sí, todo método terapéutico tiene sus límites. Ninguno de ellos de sí mismo puede hacer de usted una persona nueva. Los medicamentos y las vitaminas pueden nivelar su disposición de ánimo, pero no pueden poner en orden su vida familiar. “Si usted exige una realización ‘perfecta’ en su lugar de empleo, amigos ‘ajustados precisamente al modelo,’ muchas posesiones materiales costosas,” advierte el perito DiMele, “puede que usted esté preparándose el camino para períodos de depresión durante toda la vida.”

Se ve, pues, que aunque hay una variedad de métodos profesionales de atender la depresión grave, nunca debe olvidarse que en el caso de todos ellos es preciso que el deprimido los acompañe con un esfuerzo resuelto. Solo así es posible vencer la depresión grave.

Revista "Despertad" 82/22-4

miércoles, 18 de agosto de 2010

EL ESTRÉS: “ASESINO SILENCIOSO”

“El primer síntoma que noté fue una presión intensa cerca del esternón. El dolor se irradió a los hombros, el cuello y las mandíbulas, y luego bajó por los brazos. Era como si me hubiese caído un elefante encima del pecho. Apenas podía respirar. Me entraron sudores, retortijones y terribles náuseas. [...] Luego, cuando las enfermeras me ayudaron a acostarme en el hospital, recuerdo que dije atónito: ‘Me está dando un infarto’. Tenía 44 años.”

ASÍ describe el doctor Robert S. Eliot en su libro From Stress to Strength (Del estrés a la fortaleza) la ocasión en que estuvo al borde de la muerte hace más de veinte años. Poco antes, aquella misma mañana, había asistido a una conferencia en la que, irónicamente, había disertado sobre el infarto. De repente, el cardiólogo se halló en lo que llama “el lado equivocado de las sábanas en la unidad de cuidados coronarios”. ¿A qué atribuye el inesperado ataque? “Las reacciones físicas al estrés me estaban matando por dentro”, señala el doctor Eliot.

Como indica el caso del doctor Eliot, el estrés supone una grave amenaza para la vida. En Estados Unidos se ha relacionado con varias causas principales de muerte. Sus efectos se acumulan calladamente con el paso del tiempo y afloran sin previo aviso. Con razón se le ha llamado el “asesino silencioso”.

Por sorprendente que parezca, las personalidades del tipo A —impacientes, agresivas y competitivas— no son las únicas que están expuestas a las catástrofes vinculadas al estrés. También corren peligro quienes manifiestan serenidad, sobre todo si esta no es más que una endeble fachada, como una tapa débil en una olla de presión. El doctor Eliot opina que así ocurrió en su caso. Ahora da esta advertencia: “Uno pudiera caer muerto mañana sin haberse percatado de que lleva años con una bomba de tiempo en el corazón”.

Aunque la tensión nerviosa contribuye a que se produzcan infartos, la mayoría de las veces hay un grave deterioro de las arterias coronarias por la aterosclerosis. No es prudente, pues, restar importancia a los síntomas de una enfermedad coronaria, pensando tal vez que bastará con aminorar el estrés.

TRES CLASES DE ESTRÉS

Tal como hay varios grados de tensión, también existen diversos tipos.

El estrés agudo procede de las tensiones cotidianas, ocasionadas a menudo por situaciones desagradables que deben resolverse. Ya que son circunstancias ocasionales y temporales, este estrés normalmente puede afrontarse. Claro, hay quienes van de crisis en crisis; el caos parece ser parte de su carácter. Aun en este nivel es controlable el estrés. Ahora bien, el paciente tal vez rehúse cambiar a menos que comprenda las consecuencias que tiene su vida agitada en sí mismo y en quienes lo rodean.

A diferencia del estrés agudo, que es temporal, el crónico es duradero. El afectado no ve la forma de salir de la situación que lo agobia, sea la pobreza y sus lacras, un trabajo desagradable o el desempleo. El estrés crónico también lo ocasionan los problemas familiares persistentes, así como cuidar a un pariente enfermo. Prescindiendo de su origen, este tipo de tensión desgasta a la víctima día tras día, semana tras semana, mes tras mes. “Lo peor del estrés crónico —señala un libro sobre el tema— es que nos habituamos a él. [...] Reconocemos de inmediato el estrés agudo porque es nuevo, pero no prestamos atención al crónico por ser antiguo, familiar y, a veces, hasta cómodo.”

El estrés traumático lo causa una tragedia impactante, como una violación, un accidente o una catástrofe natural. Lo sufren muchos ex combatientes y sobrevivientes de campos de concentración. Los síntomas abarcan los vívidos recuerdos del desastre, que duran años, así como la sensibilización a sucesos menos importantes. A veces se diagnostica al paciente trastorno de estrés postraumático (TEPT) (véase el recuadro superior).

Hipersensibles al estrés

Hay expertos que afirman que el modo en que reaccionamos hoy al estrés depende, en gran medida, de la cantidad y el tipo de estrés que hayamos soportado antes. Dicen que los sucesos traumáticos alteran las “conexiones” químicas del cerebro del afectado, que será más sensible al estrés en el futuro. Por ejemplo, en un estudio realizado con 556 veteranos de la II Guerra Mundial, el doctor Lawrence Brass descubrió que el riesgo de padecer apoplejía era ocho veces mayor, aun cincuenta años después del trauma, si el ex combatiente había sido prisionero de guerra. “La tensión de ser [prisionero de guerra] fue tan grande que marcó las reacciones posteriores de estos individuos: los sensibilizó.”

Algunos entendidos afirman que, por sus graves consecuencias, no deben subestimarse los sucesos angustiantes de la infancia. “La mayoría de los niños traumatizados no van al médico —señala la doctora Jean King—. Sobrellevan el problema, siguen con su vida y, con los años, acaban en nuestras consultas, aquejados de depresión o cardiopatías.” Tomemos como ejemplo la terrible pérdida de un progenitor. “A edad temprana, una tensión tan intensa puede cambiar definitivamente la red de conexiones del cerebro —dice la doctora King—, dejando al huérfano con menos capacidad de afrontar el estrés normal de cada día.”

Por supuesto, la reacción del individuo ante la tensión depende de muchos factores, como su constitución física y los recursos de que disponga para encarar los sucesos estresantes. Pero causas aparte, es posible afrontar el estrés. Claro, no es fácil. La doctora Rachel Yehuda observa: “Recomendarle a quien está sensibilizado a la tensión que se relaje es como decirle al insomne que se duerma”. No obstante, cada uno puede hacer mucho para aminorar el estrés, ¿cómo? El siguiente artículo lo explica.